El autor de obras literarias no debe limitarse tan solo a escribir una historia o enlazar versos. Quizá uno se convierte en escritor literario cuando interioriza que la literatura es un arte. Esto, que en principio parece una obviedad, no es algo que esté en la conciencia de todos los lectores, ya que las motivaciones difieren de unos a otros, siendo todas ellas, por cierto, muy respetables, porque junto a la lectura como experiencia artística debe respetarse el derecho a la lectura como evasión, como entretenimiento, como simple juego e incluso como mero deleite en el lenguaje; ya que todo ello obedece a un fin mayor: el texto escrito como materia de la imaginación, como alimento de los sueños, como muestra de humanidad.
¿Para qué leemos? Si la respuesta es, entre otros aspectos, para comprender el mundo, para explicar la complejidad de la existencia en general o de la nuestra propia, para prestar atención a tantos detalles que parecen pasar desapercibidos en la realidad cotidiana pero que son fundamentales, entonces estamos aproximándonos a la idea de la literatura como arte, la cual puede resumirse del modo siguiente: la literatura – como la filosofía, las matemáticas o la física – es una forma de pensamiento. Su característica fundamental, en cierto modo, es la siguiente: si Kant, en La metafísica de las costumbres, defiende mediante argumentos lógicos que el hombre debe ser un fin en sí mismo, Jane Austen nos dice algo similar mostrándonos el conflicto en el que está inmersa Emma Woodhouse. Desde esta perspectiva puede formarse el escritor literario el cual, como todos los autores, nace de la lectura, tan importante para él como su propia escritura.
Por lo tanto, el autor literario es una persona que lee y escribe considerando aspectos como qué formas existen de concebir el mundo y cómo lo concibe él, cuáles son los valores universales, qué esconde el interior del ser humano y qué es lo que resulta inmutable a todas las personas, cuál su posición en la historia. A todo esto hay que añadir algo fundamental, lo que define al escritor, por encima de lo que haya leído, los países que haya visitado, sus estudios, su profesión o las muchas o pocas experiencias qué haya podido tener: el escritor literario mira en su interior y busca lo que realmente le hace palpitar, lo que agita su espíritu. De ahí nace la literatura. Por eso Joseph Conrad y Emily Dickinson estan al mismo nivel. No importa la vida azarosa del primero y el aislamiento doméstico de la segunda. Descubrieron su alma y la compartieron con nosotros.
Por todo lo señalado, Ana Karenina no es solo la historia de un adulterio, ni La playa de Pavese la narración de unas vacaciones en la costa ligur.
Aunque para que las piezas encajen necesitamos un elemento más. La idea, la concepción del mundo necesita una vía de expresión: la técnica literaria. Igual que el escultor, el pintor o el músico. Ya hablaremos de ello.
Cesare Pría
Felicidades por el lanzamiento de la nueva revista. Permaneceremos atentos… 😉
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Se entiende lo que quiere decir y explica bien lo que dise
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