Las ilustraciones en la literatura con Lídia Gázquez

Hi havia una vegada un jardí que semblava una selva (…) ningú, mai més, va obrir la tanca de ferro que encerclava aquell tros. Ni tan sols jo, que era petita i m’hi escolava sense permís. (…) Aquell era un lloc secret, espai de llibertat, misteri i recer. Escenari de les meves fantasies i contes inventats.»

Así comienza el relato de Lídia Gázquez,«El jardí de les mimoses», publicado por L’Eco de Sitges el pasado mes de julio. El texto, una sugestiva historia de amor de dos almas inmóviles, condenadas por su cuerpo de piedra, nos transmite una desolación hermosa, un triste juego de fantasía entre el brillo de la inocencia. Viene acompañado de una ilustración de la autora, en la que destacan los tonos amarillos -mimosas que se elevan como gigantes- y dos figuras en un banco. Como en cualquier obra plástica de calidad, existen muchas compensaciones para el observador entregado: un árbol surge en la lejanía, unas ramas azuladas, y unas manchas oscuras, anaranjadas, conformando un equilibrio perfecto, dando a la imagen personalidad, singular e ingenio. Esta ilustración da luz al relato, concentra en una visión las sugerencias que llegan al lector, conforma un todo con el texto, lo completa: es literatura.

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Ilustración de «El jardí de les mimoses» de Lídia Gázquez

Muchas veces no reparamos en el papel de las ilustraciones, en lo importante que son para la literatura. De ello he podido hablar con Lídia Gázquez, una escritora e ilustradora que nos ha maravillado con sus palabras y con su obra plástica. Ha trabajado en el Canal Blau TV/FM, como guionista en La Xarxa Tendències, ha colaborado en Què Fem de La Vanguardia, en la revista Castells, On Cultura, Catalunya Radio, y actualmente en el semanario L’Eco de Sitges. Su obra ha sido expuesta en diversas muestras y también es profesora de l’EMAID en Vilanova i la Geltrú.

Empezamos recordando que las ilustraciones y el dibujo son compañeros habituales de la literatura desde hace muchos siglos, con especial fuerza a partir de la Edad Media. Grandes artistas plásticos se han servido de la literatura para desarrollar su obra, como por ejemplo Sandro Botticcelli, con la famosa edición de la Divina Comedia de Dante ilustrada por él o sus tablas sobre la historia de Nastagio degli Onesti que cuenta el Decamerón de Boccaccio que pueden verse en el Museo Nacional del Prado. «No soy una experta en el tema», nos dice Lídia, «pero sin duda, la narrativa a través de la imagen ha sido un apoyo de la literatura desde la Edad Media, ya fuera para hacer llegar las Sagradas Escrituras a los fieles que no sabían leer o para transmitir las historias de la cultura popular y tradicional: las leyendas, los romances, canciones, etc.  Por otra parte, los manuscritos incunables ya incluían ilustraciones y más tarde, gracias a Gutenberg, con la llegada de la imprenta, las imágenes pueden reproducirse con más facilidad, acompañando los textos, y ambos pueden llegar a un público más amplio en papel.»

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Una de las escenas de «Historia de Nastagio degli Onesti» de Sandro Botticcelli, basadas en el «Decameron» de Boccaccio y que pueden verse en el Museo Nacional del Prado en Madrid

Surge entonces una reflexión muy profunda, de esas con las que se roza el infinito y se tiembla ante la inmensidad: «Creo que es muy humana la necesidad de expresar o representar escenas, hechos, personajes e historias a través de la palabra, por supuesto, pero también a través de la imagen. Me pregunto qué querrían ya comunicar o congelar nuestros ancestros con las pinturas rupestres, por ejemplo. Por lo que en el momento que existe la literatura, en el sentido de esa necesidad de contar una historia y transmitirla, se crea la necesidad de explicarla también con imágenes. Por lo tanto, la palabra y la imagen, para mí, van de a mano.»

Volvemos al tiempo presente, al mundo que nos rodea, tan complejo y especializado, tan difícil. Le pregunto a Lídia sobre el papel que ocupan las ilustraciones en la literatura. «De la forma que nosotros consumimos la literatura hoy en día, a través de la palabra escrita, es cierto que podemos prescindir muchas veces de la narrativa de la imagen, pero es un hecho que una historia ilustrada abre otra puerta y hace crecer una obra y le da otra dimensión, la enriquece y multiplica. A menudo, no podemos concebir grandes obras de la literatura sin sus ilustraciones originales, pienso, por ejemplo, en El Principito y sus ilustraciones originales de Antoine de Saint-Exupéry, lo mismo en el caso del álbum ilustrado de Maurice Sendak Dónde viven los monstruos o las ilustraciones de John Tenniel para Alicia en el país de las Maravillas de Lewis Carroll.»

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Ilustración de Gustave Doré para «Las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha» de Miguel de Cervantes

En cierto modo, las ilustraciones pueden ser un modo de precisar lo que un autor sugiere, hasta el punto de marcar tendencia y definir la manera en el que el lector evocará la obra en su imaginación. Paradigmático es el caso de las ilustraciones del Quijote de Gustave Doré, las cuáles han creado la imagen que millones de personas en todo el mundo tienen de los molinos de viento de La Mancha. Además de una amplia difusión, pregunto por lo que debe tener una obra para alcanzar ese poder sugestivo. «El ejemplo del Quijote de Doré es también del todo paradigmático, como apuntas. ¡Ojalá y yo supiera qué debe tener una ilustración para alcanzar ese poder sugestivo! Como lectora, te puedo decir que creo que pasan dos cosas con esas ilustraciones de grandes obras que no pueden concebirse por separado en nuestro imaginario. Por un lado, una genialidad artística que hace que no nos fijemos en los aspectos técnicos, las imágenes están vivas. Por otro lado, ha habido una comunión con la historia y con el autor, ha existido una conexión bestial, casi como que el ilustrador (cuando no es el propio autor) ha entrado en la mente del escritor, casi podríamos decir, que ha tocado el alma, si no del autor, como mínimo de la historia. Así disfrutamos de esos ejemplos.»

Reflexionamos después sobre la cultura contemporánea, muy basada en la imagen: cine, videos musicales, cómics, videojuegos, la propia publicidad… Incluso en los talleres literarios se explica el concepto de la “visibilidad” como una de las bases de la técnica literaria. Ante ello, surge la pregunta sobre la influencia del cine o del lenguaje visual del cómic y la novela gráfica en el mundo de la ilustración en general y si, por ejemplo, sería posible ilustrar “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” de Philip K. Dick prescindiendo de la estética creada por Ridley Scott en Blade Runner. Lídia lleva la reflexión con inteligencia mucho más lejos: «¡Es una pregunta muy difícil de responder! La intertextualidad siempre ha existido pero ahora con todos los medios de los que disponemos es más intrépida que nunca. Creo que ha llegado un punto en que los lenguajes se amalgaman, que las influencias son multidireccionales y en ambos sentidos, es decir, el cine nutre la literatura, los cómics, las novelas, los cuentos… sean ilustrados o no. Y por otra parte, tienes películas que se nutren de la literatura, de los cómics, etc. Pienso en, por ejemplo, Drácula de Bram Stoker, dirigido por Coppola, una adaptación de un clásico de la literatura, tan lleno de referencias cinematográficas, homenajeando al cine en general, y al mudo, en particular, pero desde un punto de vista radicalmente moderno durante los años 90; pienso en Baz Luhrmann y su Romeo y Julieta, otro clásico de Shakespeare, mezclando el texto original con referencias surferas, pandilleras y llevando la ciudad de Verona del texto original  una ciudad inventada, Verona Beach, claramente inspirada en una California contemporánea; pienso en la preciosa novela gráfica El cielo sobre Berlín de Sebastiano y Lorenzo Toma basada en la película de Wim Wenders, que nos vuelven a llevar a las calles de la capital alemana y nos presentan de nuevo a los mismos personajes pero dándoles otra vuelta de tuerca a ellos, a la historia, a la ciudad… Y después de todo esto, vuelvo a la parte final de tu pregunta: creo que con toda esta aleación de influencias, sería complicado ilustrar “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” de Philip K. Dick sin beber ni que fuera un poco de Balde Runner de Ridley Scott, aunque también sería todo un reto no hacerlo, ya que las fuentes son infinitas.»

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Fotograma de «Blade Runner» (1982) de Ridley Scott

Esto me lleva a pensar en la tensión entre las ilustraciones y las obras en las que se basan de modo que una pueda acabar devorando a la otra. Por ejemplo,  recuerdo a Lídia el caso de los Papeles Póstumos del Club Pickwick, que Dickens empezó a escribir basándose en los grabados de Robert Seymour, pero el texto superó a los grabados. Contrariamente, es mucho mejor leer la trilogía del Señor de los anillos con las ilustraciones de Alan Lee. Le pregunto sobre cómo se gestiona este hecho. «Creo», me dice, «que esto dependerá mucho de esa comunión que te decía del autor/es entre los dos mundos, el de la narración a través de las palabras y a través de las imágenes. Creo que un autor de peso como Dickens se podía permitir sobrepasar cualquier cosa, y gracias, si eso le hizo escribir algo mejor de lo que en un principio partía con los grabados de Seymour como fuente de inspiración. Por otro lado, Alan Lee, si no me equivoco, gracias a su trabajo, también acabó inspirando a Peter Jackson para llevar la obra de Tolkien a la gran pantalla.» Con toda claridad, Lídia, en esa batalla, apuesta por el arte, con quien todos ganamos: «Creo que esa tensión entre fuente (ilustración) y obra (texto) o viceversa debe de ser algo ingestionable a veces y que mejor que así sea, porque es un campo de cultivo creativo muy fértil.»

Terminamos la reflexión general sobre las ilustraciones y la literatura de forma muy positiva. Editoriales de renombre como Nórdica Libros están realizando una fuerte apuesta por los libros ilustrados. Le pregunto si cree que se está abriendo una nueva época para la labor del ilustrador. «Creo que sí, que se viven momentos muy favorables para la obra ilustrada, que hay editoriales que están haciendo un trabajo magnífico y se publican cosas increíbles, de una calidad exquisita. Como tú dices, Nórdica Libros, con los libros de Fernando Vicente, un ilustrador que me encanta, también ha editado «Geografía humana y otros poemas» en el centenario del nacimiento de Gloria Fuertes, con ilustraciones de Noemí Villamuza, que también me chifla; pienso en Los Libros del Zorro Rojo, en Edelvives, otras editoriales pequeñas como Mosquito BooksMosquito Books en Barcelona… ¡Y muchas más! Me tienen atrapada. Creo que también la prensa está dando más espacio a los ilustradores, por ejemplo, la ilustración de moda es todo un mundo por explorar. Hace poco hice un taller con la ilustradora Judit García-Talavera que es una genia y es muy buena con la ilustración de moda, por ejemplo. Y aunque vivimos en inmersos en plena era digital, hay un gusto por el papel al que el lector no quiere renunciar y por unas publicaciones de calidad, que no sólo cuidan el contenido, sino la estética, los acabados, los detalles y por supuesto, entre todo eso, se incluye la ilustración de calidad.»    

Teniendo a Lídia en Bicidue Revista Literaria, no podía dejar pasar la oportunidad de dedicar tiempo a su propia obra. Ella es una artista que trata distintas disciplinas además de las ilustraciones, como el video arte y la propia literatura. Le indico que es muy interesante su objetivo de integrar el arte, la literatura y el cine. ¿Cómo tratas de conseguirlo?, le pregunto. «Bien», me dice,  «ahora hace mucho que no trabajo en lo audiovisual, pero desde siempre me ha gustado el cine, las formas alternativas de expresión, encontrar puntos de encuentro entre la palabra y lo visual, creo que es el objetivo de muchos creadores. Lo importante creo es ir alimentando nuestro bagaje y dejar que la sinapsis se produzca de forma natural, no me lo planteo de forma muy consciente.»

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Lídia Gázquez con su retrato de la poeta catalana Cèlia Sànchez-Mústich

Vuelvo a reflexionar sobre lo especializado y tecnificado que es el mundo actual y le digo que, en ese contexto, me sorprende muy favorablemente su confianza en la intuición a la hora de crear y su concepción del arte como un espacio de libertad. Me interesa saber más sobre ello y hasta dónde cree que le ha llevado esa actitud. «De momento, lo más lejos que me ha llevado ha sido a exponer en una preciosa tienda de muebles vintage en el rastro de Madrid que se llama la Recova y que es maravillosa, a que Imma Cuesta publicara un retrato que le hice en su instagram con motivo de la película «La Novia» basada en «Bodas de Sangre» de Federico García Lorca y estar hablando ahora mismo contigo. También a despertar la curiosidad de profesionales y artistas, que han acabado siendo amigos, a través de las redes sociales, o porque coincidimos en recitales poéticos o nos leemos virtualmente; a colaborar en medios locales y algún asalto en la pequeña pantalla con una colaboración para Televisión Española… Ahora que te lo explico así, me doy cuenta, que no es poco, para alguien que empezó tarde en esto y sin demasiadas pretensiones, ni al empezar ni ahora.»

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Retrato de Inma Cuesta por Lídia Gázquez

Me agrada la sencillez de su respuesta, esa sinceridad sin pretensiones de la que se intuye fortaleza, la seguridad de un camino claro, incorruptible, y, finalmente, la sensatez de su comentario final, el cual es un buen ejemplo para cualquier artista contemporáneo: «Lo que comentas de la libertad creo que lo explica un poco todo. No he tenido demasiadas pretensiones, soy consciente de lo muy difícil que es vivir del arte que uno hace y por eso no me meto presión, fluyo, disfruto y todo lo que viene es fruto del trabajo y la pasión y una bendición que la mayoría de veces no me esperaba.» 

También te reconoces como una ilustradora autodidacta en tus orígenes, le digo, ¿en qué te ha beneficiado como artista esta circunstancia? «Sí, lo de autodidacta lo comento porque empecé muy tarde, ya había cumplido los 30 cuando empecé a dibujar. Me encontré con una necesidad expresiva muy grande. No había dibujado en muchos años, había dejado los lápices casi casi que al salir de la escuela, los estudios en el instituto y la universidad te pedían mucho y tuve que dejar de pensar en la pintura y el dibujo. Luego te encuentras que quieres volver pero estás anclado, no tienes la técnica que tendrías si hubieras seguido, vuelves a dibujar como si tuvieras 12 años y eso es muy duro, empezar otra vez. Entrar a l’Escola de la Dona a hacer ilustración con el maestro Ignasi Blanch y rodeada de gente muy buena, muy preparada, con una técnica impecable, es duro. Pero lo hice porque me lo pedía el corazón, y gracias a Ignasi, y aquí estoy. Esto me ha beneficiado en disfrutar, no ponerme demasiada presión, al fin y al cabo y he aprendido a tener paciencia conmigo misma, a enfrentarme a mi juez interior y a los exteriores. En definitiva, a seguir adelante, con miedo, pero a seguir adelante a pesar de ello.»

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Ilustración de Lídia Gázquez expuesta en el Salón de Libro Infantil y Juvenil de Cataluña en mayo de 2013

Hablamos después de Berlín, una ciudad muy importante para Lídia. «Berlín es mi segunda casa. Es una ciudad acogedora para todo aquel que tenga inquietudes artísticas, es maravillosa. Allí hice un Erasmus en la Hochschule der Künste en el año 2000, cuando Berlín no estaba aún gentrificado, aprendí que se podía estudiar desde un punto de vista mucho más práctico, que se daba un valor muy sólido al trabajo artístico y que aquí necesitábamos un cambio de chip y más recursos. Significó descubrir otras formas de hacer, que el arte podía estar en todas partes, a un montón de artistas con el arte como forma de vida. Recuerdo con especial cariño el Tacheles, una casa ocupada por artistas que se convirtió en un auténtico centro social y artístico: los artistas tenían sus talleres y se hacían exposiciones, conciertos, actividades… El Berlín de los 2000 que yo conocí ha cambiado mucho pero sigue siendo una ciudad fascinante.»

Me acuerdo otra vez de El jardí de les mimoses, de lo mucho que me ha gustado esa ilustración y no puedo contener un montón de preguntas: ¿Cómo te aproximas a un texto para ilustrarlo? ¿Es siempre el título determinante? Por otro lado, de esta ilustración me llaman mucho la atención los puntos negros, ¿qué te lleva a crear ese detalle que está en otras de tus obras?  «¡Muchas gracias! Primero hago el texto lo más mío posible, lo leo tantas veces como sea necesario. Genero las imágenes que el texto me sugiere y a veces encuentro referentes externos que me ayudan también a interpretar el texto en imágenes. A partir de ahí empiezo a trabajar en bocetos e ideas hasta que encuentro la imagen que acompañe al texto. El título puede tener influencia pero normalmente porque tiene relación con todo el texto. Los puntos negros en el caso de El jardí de les mimoses los utilicé para darle un halo de dramatismo y por qué no de fatalidad, es un cuento un poco trágico, los puntos negros, salpicaduras de tinta negra, contrastaban muy bien con la luminosidad amarilla de las mimosas. Trabajo principalmente con tintas y acuarelas y las aguadas y las salpicaduras dan mucho juego, aunque creo que este recurso siempre tiene que tener un sentido.»

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«Exhalación de Pau Rubio» por Lídia Gázquez

Hablamos de uno de sus proyectos: una serie de retratos de escritores de la literatura en catalán, en español y en otras lenguas. «Me encanta el retrato y me motiva especialmente retratar a personas que me inspiran, por eso dibujo a muchos escritores en general. El proyecto se puede decir que no se acabaría nunca, aunque en el caso de los poetas catalanes, me puse como reto retratar a 12 poetas contemporáneos. Estos son los que estoy retratando en formato mayor, para darle una unidad al proyecto. La idea era poder exponerlos cuando estuvieran todos. No los he terminado todavía, en el curso del inicio del proyecto fui mami. Combinar el trabajo, la maternidad y las pasiones artísticas es complicado, pero ya ves que sigo, a mi ritmo, pero uno no puede dejar sus pasiones jamás.»

De estos retratos me parece importante el contraste entre los colores, lo cual confiere mucha intensidad a la obra. Le pregunto por la utilización de este recurso. «A veces me es complicado encontrar una gama de colores que encaje. En este caso aposté por el negro como base, y un color más vivo que le diera el contrapunto cromático. Siempre busco un color que represente a ese escritor y su obra, las personas y las ideas que representan en su poesía, en este caso, me sugieren colores. Con esto echo mano un poco de mi sinestesia. También tengo que decir que trabajar con este contraste de colores lo he aprendido después de haber de pintar con tinta china en los talleres de sumi-e que hago con mi profesora japonesa de esta técnica, Kaoru Hirose. Es una maravilla todo lo que hace y me siento muy influenciada por su talento.»

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Profundizamos sobre la técnica. Igual que para un escritor de novela es importante elegir la persona en la que va a desarrollar su obra, le pregunto a Lídia por lo que le lleva a decidir si una de tus obras debe ser hecha en acuarela, por ejemplo, o en acrílico, o en cualquier otra forma y si puede un texto o el rostro de un autor determinar esta circunstancia.  «Es una muy buena pregunta. Hay textos que sugieren un color, una mancha, una forma y a veces para llegar a expresar esa idea te puede funcionar mejor una técnica que otra. Particularmente, ahora me siento mucho más a gusto con las técnicas a la aguada como la acuarela y la tinta pero también he trabajado cómodamente con el acrílico, por ejemplo, consiguiendo resultados interesantes. De hecho, últimamente, tengo muchas ganas de volver al acrílico. Vivo en continuo aprendizaje y luchando para mejorar mi técnica.»

Siento curiosidad por su labor docente en el EMAiD de Vilanova i la Geltrú y en lo que aporta a su obra. «Bueno, de momento, soy su profesora de inglés, pero me gustaría poder enseñar otras asignaturas artísticas, todo se andará 😉 . De todos modos, intento impregnar un poco las clases de arte, aunque sea para que aprendan inglés. Y aprendo muchísimo de mis chic@s, todos son artistas, sobretodo en lo humano, y eso al final se deja ver en mi obra. Los chic@s son el futuro, su visión me ayuda a verlo mejor, sin duda.»

Saltamos del EMAiD a la Festa de la Poesia de Sitges y el papel de Lídia en ella. «La fiesta de la Poesía de Sitges es uno de los festivales literarios más importantes que se celebran en Cataluña cada verano. Este año ha sido ya la número 11 y yo colaboro cada año, ya sea como mecenas, como voluntaria o como público. Procuro no perderme ninguna. Gracias a sus creadores, directores (y amigos), los poetas Cèlia Sànchez-Mústich y Joan Duran, tenemos el privilegio de estar al día de qué se cuece en la poesía catalana contemporánea. Cada año invitan a 7 poetas y los conocemos en persona, conocemos su obra, se hacen recitales, conciertos… es una auténtica gozada.»

Finalmente, le hacemos a Lídia dos preguntas obligadas en una revista literaria: ¿Qué es la literatura para tí y qué autores u obras te han influido más? «¡Ay madre! Es una pregunta muy difícil. Creo que cada vez que me lo preguntaran diría algo distinto porque es algo enorme e inabastable. La literatura para mí ha sido una ventana abierta al mundo, un salvavidas, una vocación. Un hilo infinito de luz que no se acaba nunca y que me envuelve y con el que me gusta coser también vestidos que iluminen a otras personas, que nos conectemos también por ese hilo.»

Respecto a los autores y obras, «Esta también es una pregunta muy difícil. ¡Hay tan buen@s escritores y escritor@s! No sé si me han influido pero son referentes seguro: Miquel Martí i Pol, Maria Mercè Marçal, Federico García Lorca, Sylvia Plath, Vladimir Nabokov, Ana María Matute, Chimamanda Adichie, Bel Olid, Mario Benedetti, Julio Cortázar, Isabel Allende, Joana Raspall, Gabriela Wiener, Lucía Berlin, Alejandra Pizarnik, Gloria Fuertes, José Hierro, David Trueba, Elvira Lindo, las hermanas Brontë, Margaret Mitchell, José Luis Sampedro, Haruki Murakami, Edgar Alan Poe, Montserrat Abelló, Joan Margarit, Víctor Català, Joan Salvat-Papasseit, Mercè Rodoreda, Michael Ende, Anne Sexton, Neil Gaiman, John Berger, Louisa May Alcott, Lewis Carroll, Montserrat Roig, los hermanos Grimm, J. M. Barrie, J. K. Rowling, Jimmy Liao, José Agustín Goytisolo, Pedro Salinas, Montserrat Roig…»

La entrevista ha sido larga, pero la he disfrutado mucho. Ha sido todo un honor y un gran placer para Bicidue Revista Literaria. Agradezco también las palabras de despedida de Lídia: «¡Gracias a vosotros! Me ilusiona volver a Madrid, aunque sea virtualmente, seguro que nos podremos ver pronto. Y enhorabuena por esta revista y por la calidad de vuestros contenidos. El honor es mío. Un abrazo.»

Al despedirnos, la idea de la literatura como hilo infinito de luz me ronda la cabeza. Luz con la que envolvernos, con la que iluminarnos, como ha hecho Lídia Gázquez con su amabilidad y generosidad con esta revista.

Cesare Pría

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